Águila blanca. Leyenda del escudo polaco.
Antes de la época de Alejandro Magno vivió en las tierras polacas un duque llamado Lech.
Era un valiente guerrero y sabio gobernador. Practicaba la halconería, y aunque tenía varios halcones deseaba entrenar un águila desde pequeña. Un día salió de caza, vio en la cima de una colina, en lo alto de un peñasco, el nido de un águila blanca, estaba sentada con sus pichones. Era un ave noble, el águila que Lech soñaba poseer.
Saltó de su caballo, trepó hacia el nido. El águila miraba intensamente mientras los críos se deslizaban debajo de sus alas. El duque se acercó y ella le dio un picotazo en señal de advertencia. Lech no le prestó atención. Sacó su daga, la sostuvo adelante, para que el ave se lastimara si se acercaba demasiado. Con su otra mano intentó tomar un aguilucho, pero la madre estaba nuevamente sobre él. Lech no pensaba renunciar y la lucha continuó, pera era rechazado por el fuerte pico y las alas poderosas de la madre águila. La madre fue herida varias veces, la sangre iba tiñiendo las blancas plumas con oscuras manchas carmesí. Esta firme defensa y coraje tocaron el noble corazón de Lech. La sangre que brillaba sobre el blanco pecho del águila lo hizo avergonzar de su deseo de privar de su libertad a los pichones de tan valiente madre. Descendió de la colina envuelto en profundos pensamientos. ¡Un ave que derramó su sangre por su libertad y la de sus pichones! Lech se sentó al pie de la colina y desde ahí miró las tierras de su amada Polonia. ¿No la defendería él mismo, tal como el águila su nido? Y pensó: que sea el águila el símbolo de Polonia, el símbolo de libertad para todos aquellos dignos de llamarse polacos. Que sea el águila, el símbolo de valentía.
Desde ese día, en el escudo y bandera polacos se blasona el águila blanca sobre un campo carmesí.