Huevos, conejos y rosca de Pascua: una historia de renacimiento y esperanza

Difundilo con amor

Hay símbolos que parecen simples, pero guardan en su interior siglos de historias, creencias, emociones y deseos. Cada huevo de chocolate que regalamos, cada rosca tibia compartida en familia, cada conejo colorido en una vidriera, nos está hablando de algo más profundo: de la vida que renace, de la luz que vuelve, de la esperanza que insiste.

¿Por qué huevos? ¿Por qué conejos?

Mucho antes de que existieran los huevos de chocolate, el huevo era símbolo universal de vida y fertilidad. En muchas culturas antiguas, desde Egipto hasta Persia, se regalaban huevos decorados durante los equinoccios de primavera para celebrar el fin del invierno y el regreso de la naturaleza.

Cuando el cristianismo se extendió, tomó ese símbolo pagano y lo resignificó: el huevo pasó a representar el sepulcro cerrado de Cristo, del que brota una nueva vida en la Resurrección. El cascarón se rompe y nace algo nuevo.

El conejo, por su parte, fue asociado desde siempre con la fertilidad (¡basta ver su capacidad de reproducción!) y con la primavera. En Alemania del siglo XVII aparece la figura del Osterhase, un conejo que traía huevos pintados a los niños. Con el tiempo, esta tradición se mezcló con la Pascua cristiana, y luego fue llevada a América y al resto del mundo.

La rosca que une

La rosca de Pascua, tan presente en nuestras mesas, tiene orígenes también antiguos. En muchos países europeos, existía la costumbre de preparar panes dulces en forma circular, representando el eterno retorno de las estaciones, la rueda del tiempo, la unidad y el amor sin fin. En el cristianismo se asocia con la corona de espinas, pero transformada en algo dulce, celebratorio.

Con los años, la receta fue tomando distintas formas: en Italia, la colomba pasquale con forma de paloma; en España, la mona de Pascua. En Argentina, nuestra versión es una rosca suave, perfumada con ralladura de limón o naranja, cubierta con crema pastelera, frutas abrillantadas, higos o huevos de azúcar.

Cada familia tiene su toque. La receta de la abuela. El secreto para que salga esponjosa. Ese aroma que inunda la cocina mientras se hornea y que nos transporta a la infancia.

Una celebración más allá de la fe

Más allá de credos, Pascua nos propone algo universal: renacer. Volver a empezar. Dejar atrás lo que nos pesa. Recuperar la fe en nosotros, en los demás, en la vida. Puede ser un buen momento para reunirse, para mirar a quienes amamos y agradecer. Para perdonar, para soltar, para soñar.

Quizás este año podamos hornear juntos una rosca. O decorar huevos con los chicos. O simplemente detenernos un instante frente a una mesa compartida y sentirnos parte de algo mayor.

Receta reCreo: Rosca de Pascua tradicional

Ingredientes:
500 g de harina 0000
100 g de azúcar
2 huevos
100 g de manteca
25 g de levadura fresca
200 ml de leche tibia
Ralladura de limón o naranja
Esencia de vainilla
Crema pastelera y frutas abrillantadas para decorar

Preparación:
1. Disolver la levadura con una cucharada de azúcar y un poco de leche. Dejar espumar.
2. Mezclar la harina con el resto del azúcar, los huevos, la manteca blanda, la ralladura y la esencia.
3. Agregar la levadura y el resto de la leche. Amasar hasta lograr una masa suave.
4. Dejar leudar tapada hasta que duplique su volumen.
5. Formar la rosca, colocar en placa enmantecada y dejar levar nuevamente.
6. Decorar con pastelera, frutas y hornear a 180°C por 30 a 40 minutos.

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