Kapusta: La Historia de un Tesoro en la Mesa (Receta Polaca)
La cocina es memoria. Es la voz de nuestros ancestros que nos susurran al oído con cada aroma, con cada bocado. Entre esas historias que se sirven en un plato, hay una que viaja desde las vastas llanuras de Europa del Este, donde el invierno desafía con su crudeza y la tierra enseña a sus hijos el arte de la supervivencia.
Es la historia de la kapusta, un plato sencillo y humilde, pero cargado de identidad. Un guiso de col y especias que ha calentado hogares, nutrido corazones y acompañado generaciones enteras.
El Origen de un Plato Milenario
Para entender la kapusta, debemos trasladarnos a siglos atrás, a las regiones eslavas de Polonia, Ucrania y Rusia. La col, ingrediente principal de este guiso, llegó a estas tierras hace más de dos mil años, traída por mercaderes y viajeros que recorrían las rutas comerciales entre Asia y Europa. Sin embargo, no fue hasta la Edad Media que se convirtió en un alimento fundamental en la dieta de los pueblos eslavos.
En un mundo donde la carne era un lujo y los inviernos azotaban con hambre y frío, la col se alzó como un tesoro accesible, nutritivo y versátil. Los campesinos descubrieron que, combinada con grasa animal, cebolla y especias, se transformaba en un plato sustancioso que les daba la energía necesaria para sobrevivir los duros días de trabajo en el campo.
Con el tiempo, cada región fue añadiéndole su toque distintivo: en Polonia, la kapusta se enriqueció con champiñones y ciruelas secas; en Ucrania, con eneldo y ajo; en Rusia, con trozos de panceta. Cada hogar tenía su versión, cada abuela guardaba su secreto.
Un Plato que Sobrevivió a la Historia
La historia de la kapusta está entrelazada con la historia misma de su gente. La col fue testigo del auge y caída de imperios, de guerras devastadoras, de migraciones forzadas. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los alimentos escaseaban y las familias se refugiaban en sótanos y bosques, la kapusta volvió a ser el sustento, un recordatorio de tiempos mejores.
En los años de la Guerra Fría, cuando las fronteras de hierro dividían familias y los supermercados en la URSS se vaciaban, la kapusta siguió apareciendo en las mesas, cocinada con lo poco que se conseguía, pero siempre con la misma intención: alimentar el cuerpo y el alma.
Y luego vino la diáspora. Con los inmigrantes que escapaban del hambre y la opresión, la kapusta cruzó océanos y llegó a América. En Argentina, Canadá y Estados Unidos, las comunidades polacas y ucranianas la mantuvieron viva, adaptándola a los ingredientes locales, pero sin perder su esencia.
El Aroma de un Hogar
Si alguna vez entraste a una casa donde se cocina kapusta, sabes que el aroma es inconfundible. Es un perfume cálido, una mezcla de col caramelizada, cebolla dorada y la grasa que abraza cada ingrediente, envolviéndolos en un abrazo de fuego lento.
Es el olor de los domingos en familia, de la abuela removiendo la olla con su cuchara de madera, de las charlas en la mesa mientras el vapor empaña las ventanas. Es un plato que no solo se come, sino que se siente.
Más que un Guiso, una Historia Viva
Hoy, en un mundo de comidas rápidas y sabores efímeros, la kapusta sigue resistiendo. Se cocina en festivales eslavos, en restaurantes tradicionales, en hogares donde las recetas se transmiten como un tesoro familiar. Cada cucharada es un viaje en el tiempo, un puente entre generaciones.
Porque la kapusta no es solo col cocida. Es un pedazo de historia, un testimonio de resiliencia, una carta de amor a las raíces.
Y la próxima vez que la pruebes, cierra los ojos. Escucha las voces del pasado en cada bocado. Porque en ese guiso humilde, palpita el alma de un pueblo entero
Receta
Ingredientes:
1 repollo blanco de 1 ½ kg
200 gr de panceta ahumada
2 cebollas grandes
2 latas de tomates cubeteados
1 vaso de Vinagre blanco
Sal, pimienta, 2 dientes de ajo picados, orégano, ají molido, semillas de eneldo, 1 cucharadita de azúcar, aceite (a gusto).
Procedimiento:
Cortar finamente el repollo y reservar.
Cortar la panceta en dados y reservar.
Cortar las cebollas y reservar.
Poner el aceite en una olla y calentar en ella la panceta durante 5 minutos.
Agregarle la cebolla y revolver hasta transparentarlas.
Añadir los tomates y dejar hervir un ratito.
Incorporamos el resto de los condimentos, junto con el vinagre y dejar que hierva durante 5 minutos.
Echamos el repollo en esta salsa y mezclamos bien.
Si le queda poco líquido, le agregamos un poco de agua, ya que debe quedar un poco jugoso.
Dejar que hierva hasta que el repollo quede blando y probar para ver si es necesario rectificar los condimentos.
Irma
23 enero, 2025 - 7:08 am ·Me re gustó , gracias
gustavo
24 febrero, 2025 - 11:47 am ·Qué bueno Irma, me alegra mucho!
Vos también estás invitada a compartir alguna receta familiar!